La era de los cronófagos

Pedro, de quince años, trabaja en su habitación: termina sus deberes de matemáticas para el lunes. Su ordenador reproduce un disco de su grupo de música preferido que ha descargado la víspera. En otra ventana de la misma pantalla, una red social le permite recibir los mensajes de aquellos de sus compañeros que están conectados en ese momento. Al lado del ratón, su teléfono móvil permanece abierto, por si lo llama su compañera. El trabajo clásico, en este caso intelectual, se produce en un punto concreto del espacio físico. Pero no es más que uno de los hilos de la madeja de las conexiones en curso. Cada una de estas conexiones, vitales, está establecida por un aparato que captura una parte de nuestro tiempo, un “cronófago”. Pedro no hace absolutamente nada sin disponer alrededor suyo sus conectores, que son a la vez emisores de flujos discursivos y capturadores inflexibles de su propio tiempo, al estilo del explotador. Lo que es nuevo, es que esta forma de comunicación cronófaga es la primera forma de explotación concebida como liberación, y reivindicada como una existencia verdadera. Queremos trabajar, pero con la condición expresa de permanecer conectados. Como si la conexión de nuestro tiempo se hubiera convertido en nuestra condición de existencia.

Nos encontramos en la era de los cronófagos. ¿Qué quiere decir esto? La cronofagia es un sistema que implica una inmensa fractura entre la vida y la existencia, porque propone superar ésta gracias a un nuevo nexo, indisolublemente imaginario y tarificado. Esta nueva utopía, con una accesibilidad inmediata, nos propone dejar de perder el tiempo que dedicamos a vivir: sólo hay que hacer click, imaginar, y pagar para pasar directamente de la rutina a la peripecia, de la vida a la existencia.

El postulado básico de la cronofagia, que aceptamos como una evidencia inmediata, es que la conexión es la única fuente de existencia. Esta principio es susceptible de dos formulaciones: positivamente, que estar conectados es existir; negativamente, que no hay existencia fuera de la cronofagia. Igual que, seguramente, el estado de Max Weber se aseguraba un monopolio de violencia física legítima, la cronofagia se apropia el monopolio de la existencia verdadera…

traducido por Patricia Lodin:

http://miradadepat.wordpress.com/2013/06/10/la-era-de-los-cronofagos/

14 thoughts on “La era de los cronófagos

  1. Pues un lugar en donde las oportunidades de crear se ven limitadas ,si el amante al arte entendiera que el sur existe,el sur lo muestra,el sur vivio lo que ustedes estan viviendo, espera que reacciones,En este tiempo.con este arte que todos creamos que no todos quieren ver por que el arte puede ser real. Insoportablemente real…
    Un abrazo y lo admiro.

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  2. Sí; interesante. Tal vez tiene que ver mucho con estar realmente ocupado. Me pasa que si estoy muy metido en mi trabajo, apasionado, la internet deja de existir. De pronto me doy cuenta que llevo muchas horas sin conectarme, y no me importa. No tener nada que hacer es el peor enemigo. Aunque a veces trabajar de más también te hace olvidar que estás vivo.

    Lennon decía: La vida es lo que te pasa mientras estas haciendo otros planes.

    Pero no sé. “Otros planes” son parte de la vida, o por ella, o para ella.

    Gracias por el texto. Muy bueno.

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  3. Terrible momento, aquel en que el adicto a la cronofagia, advierte la inanidad de su forma de vida. Momento improbable, dada la profundidad a que ha llegado la manipulación de que es objeto. Considerando a quienes han sido sus principales maestros desde antes de tener uso de razón: precisamente los medios de comunicación, las redes sociales, con todo su contenido formativo del individuo liviano y consumista, con toda la estúpida propaganda generadora de idiotez..

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  4. ¡Soberbio! me encanta leer lo que escribes Jean-Paul. Al hilo de lo que escribes, ¿has visto la película Her? Me impresionó mucho. Saludos

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