¿Es la existencia un camino al borde del infinito?

¿Por qué siempre hay alguien mirando al mar? ¿Por qué hay tantas avenidas, espigones, diques donde los transeúntes se cruzan al borde o bien se contentan con sentarse? ¿Por qué es tal el fervor por estos paseos al borde del agua?
Es una llamada hacia lo infinito, sin duda, pero una llamada que se contenta con el borde y su dulce protección. Porque el borde resulta muy discreto: nos brinda la vista y a la vez nos dispensa de partir. Hasta una tempestad es deliciosa desde allí. Ofrece el infinito como un espectáculo que no reviste ningún peligro salvo imaginarlo. Se puede elegir el borde para existir, ya que es el más seguro de los infinitos, el único que sentimos capaz de sobrevivir a todos los demás, como un puro trazado que nos eximiera de todo el resto.
Todo el arte del borde radica en ser una extremidad exenta de los dos mundos que separa. La orilla del agua no es del todo tierra ni del todo mar. Es el lugar por excelencia del transeúnte o, mejor dicho, del paseante: el que ha comprendido que la existencia es un juego, un paso a dos como en el ballet, un arte de no creer ni en el mundo ni en uno mismo.
Existir: la tarea es en vano, y carece propiamente de lugar, salvo que uno se convierta en paso, como alguien que vaga por el arenal en la orilla. Pasemos, seamos el tiempo al borde del agua, la trayectoria más que lenta, potente, que lo pone todo en trayectoria. Seamos este lento pasado del tiempo que escinde los espacios. El hombre es el único ser vivo capaz de pasear, de figurar, sin interés, como un tiempo puro. Seamos ese tiempo que lo inspira todo en tanto que expira. Sigamos la senda que se ausenta de todas las ausencias.
Para existir bastaría bordear la ilusión de existir, convertirse en un transeúnte, y este es todo el arte del que bordea el mar. No se duerme ni en la tierra ni en el mar. Está en vela. Recorre la orilla sin escoger, va bordeando tanto un infinito como el otro. Al hacerlo, no tiene que partir: en el fondo, se encuentra a sus anchas en la gran ruta humana, aquella que no lleva a ninguna parte. La orilla de los infinitos es la ruta que los rodea a todos y permite disfrutar de cada uno de ellos como un espectáculo tangible y ausente: a la vez de una proximidad inmediata, al alcance de la mano, y tan deliciosamente lejano como inaccesible. No estamos hechos para vivir más en lo finito que en lo infinito ni viceversa. Puede que la vida humana solo sea posible al borde del infinito.
Que solo seamos orilla, animal de límites, amante de los confines. ¿Sabremos vivir en la piel de las cosas, en la luz de los objetos, la silueta de las trayectorias? Nuestras caricias no abrazan sino la superficie del cuerpo. Seremos seres sin profundidad, orillas, bordes, enredaderas. Seremos hilos, orillas, senderos. Seamos obstinados, seamos poseídos. No hay nada más fino, quizá, que el camino de la existencia.
Jean-Paul Galibert (traduction de Millàn Gonzàlez)

38 thoughts on “¿Es la existencia un camino al borde del infinito?

  1. Ser un transeunte en el límite. Un observador pasivo o, por el contrario, un elemento invasor de ese infinito, de ese despertar a una conciencia mucho más amplia y desbordante que se nos ofrece y a la que o tememos o nos angustia o nos estimula a seguir explorando. En cierta medida la idea subyacente del texto me lleva a pensar en el flâneur de Walter Benjamin. Estimulante.

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  2. Todo esta en un borde, la vida transcurre sobre el.
    Nuestro tránsito complementa al mismo, su existencia necesita de nuestro existir. Así hasta infinitos viceversas.

    Abrazo
    M.

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  3. Cuando Diana cazadora se baña en el agua, y Acteón la contempla, la diosa se muestra a la vez que se oculta… Su desnudez hace que el cazador olvide su existencia.

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  4. Me hizo recordar a la Argentina del 2001 ,donde el precipicio era lo que teníamos a la vista.
    Ese precipicio que era el derrumbe , empezó a cambiar gracias a la toma de conciencia de lo que significa el abismo..
    .

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    1. En realidad no se puede transitar la vida como un simple transeúnte o espectador.
      Soy mas de la idea de una vida de insumisión frente a las batallas que nos plantea la vida.
      Me gusta el discurso del filósofo francés Michel Onfray en su libro “Política del rebelde”

      Así como lo que se puede leer en una entrevista que le hicieron hace poco:

      https://ydequehablamosahora.wordpress.com/2016/04/12/michel-onfray-el-estado-frances-tendria-que-hacer-un-pacto-con-el-islam-pacifista/

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  5. Muy buen artículo!
    Acotaría un pequeño detalle: el borde es egoísmo.
    (Darse cuenta que la vida no nos pertenece, sino que nosotros somos abstracciones de la vida; Darse cuenta, no que “estamos de paso”, sino que somos ese paso y que es precisamente por ese fluir que el planeta no nos pertenece, es por ese fluir que nosotros somos nuestros abuelos y nuestros nietos; Somos el mar, como dijo una comentarista un poco más arriba; Finalmente, darse cuenta de que, como dice Pedro Guerra en su canción: “Nadie llega, hay que ser feliz en la escalera”, y está bien, porque “no hay un adonde”)

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  6. La existencia es la coexistencia de la conciencia….el borde del infinito es asomarse…desde la observación….la fuente de la misma coexistencia….es la provocadora del ir al borde….de lo infinito….nos da a ver…lo que en el horizonte limitado no vemos deja de ser memoria….y reconecta con la esencia de la fuente.

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  7. Salut Jean Paul;

    Excelente metáfora, si la existencia es como un río que fluye en algún momento la muerte supone que el río desemboque en un cauce mayor…. Somos orilla y la existencia se proyecta como borde más allá de sus propios confines. Porque existimos, existiremos (aunque sólo hayamos existido)…

    Sigo tu blog, que es excelente, Aquileana 😉

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  8. Me ha encantado el artículo. Sin duda me pasaré a menudo por el blog. Tendría que meditar un tiempo sobre algunas de las ideas que figuran en el texto, pero, pienso que la finitud de la existencia (al menos así se siente ante un hecho capital: la muerte), es una suerte en tanto que sólo siendo finitos se puede llegar a ser valioso. Algo que no perece, que permanece inmutable al tiempo, no puede preocuparnos, pero aquello que está siempre en peligro de perderse, eso sí nos puede conmover.

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  9. Excelente reflexión!, ese borde es para mi lo mágico de la filosofía, ese espacio indefinido que permite sumergirte en las posibilidades. La unión de los opuestos, que a la final, para mi, son uno y lo mismo.

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  10. Si somos seres de bordes, el centro se encuentra en otra parte, en otra dimensión, no material?
    La duda corroe porque la existencia es un misterio en tanto no se decida investigar! Y si quien tiene las respuestas las ha dejado por escrito, nos atreveremos a verlas ?
    Veritablement de grand interet!

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  11. ¿Y si el borde del que hablas es una ficción? Lo utilizas como límite, como marca, como punto de anclaje, como misterio, como camino y como hendidura. ¿Qué de-limitaría realmente la existencia, aquello que se da como borde?

    Un saludo

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  12. me encantó este artículo, hay una aceptación por la postura del ser humano, que me has hecho notar, mi critica y tendencia a modificar… la no acción de todos los que vivimos es tomada como explicación del existir. muy bueno!

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  13. ¡Felicidades!
    “Nuestras caricias no abrazan sino la superficie del cuerpo” Sin embargo, algunas caricias llegan al alma, al infinito de nuestro ser.

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  14. Hola.
    Destaco esta frase:

    “Es el lugar por excelencia del transeúnte o, mejor dicho, del paseante: el que ha comprendido que la existencia es un juego, un paso a dos como en el ballet, un arte de no creer ni en el mundo ni en uno mismo.”

    El arte de no creer en el mundo (la percepción de lo que nos rodea, siempre engañosa, siempre influenciable por ajenos intereses), ni en uno mismo (el yo, en tanto construcción de lo que uno “cree ser”). En tiempos de tanta alienación esta sencilla frase trae un módico pero profundo antídoto contra la mentira-zanahoria de la sociedad que hace andar a los paseantes…

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